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miércoles, 9 de octubre de 2019

RELATO ERÓTICO: DESPUES DE ANOCHE...MI MEJOR OPCION SOY YO

Era una de esas tardes en las que Clara, sin muchas ganas, se había ido a pasear a la playa con su perro. Llevaba su libro, sus gafas de sol y una falda amplia que le servía de toalla para sentarse. Era otoño, pero en la ciudad del Sur de España donde vivía, parecía julio. El sol pegaba fuerte y los cuerpos que veía seguían morenos y bronceados, efecto de largas tardes de tostarse al lado del mar. Clara no era muy amiga del Astro Rey. En verano parecía una vampira, o una japonesa, como le decían sus amigas, porque se incrustaba una pamela enorme, unas gafas grandes oscuras y toneladas de crema solar...y así aguantaba hasta que llegaba el invierno.
Y esa misma protección, era la que ejercía sobre su cuerpo. Sus últimas relaciones le habían dejado un par de heridas profundas que, aunque ya eran casi cicatrices, habían hecho que su actitud hacia los hombres se transformara bastante. Terminada la relación con su exmarido, había tenido claro que no queria volver a convivir con nadie, pero había dejado la puerta abierta a los amantes. Y, terminada la relación con su último amante, había decidido cerrar también esta puerta...decidida, de una vez por todas, a amarse a sí misma más que a cualquier otra persona y conocerse de verdad. Y, en el sexo, esa exploración la llevaba a la masturbación. Clara siempre se había masturbado, con pareja o sin ella, de hecho, tenía una cajita especial donde guardaba sus juguetitos favoritos: el conejito que subía y bajaba y a la vez acariciaba el clítoris, el pintalabios vibrador, el lubricante con efecto calor y ahora sus última adquisiciones: el líquido vibrador y el succionador de clítoris. Los dos eran una pasada por separado, pero juntos ya eran un cocktail molotov. Su vendedora de confianza se los había recomendado y, aunque ella estaba reticente a probarlo, porque no se lo creía...cambió de opinión en cuanto lo probó. Maravilla de las maravillas.

Eso pensaba a la orilla de la playa, y en lo que le esperaba esa misma noche. Clara había empezado un curso de autoamor, impartido por dos chicas colombianas que le encantaban, Diana y Laura Núñez, del Sexurero. En él, se enseñaba a las mujeres a autotocarse y a autoamarse...pero no sólo a nivel genital, sino que las autocaricias debían extenderse por todo el cuerpo, unido a una respiración especial y liberadora.

Su perro seguía jugando en la orilla, tirándose a sí mismo piedras que luego recogía (era su afición desde siempre), emulando un divertido juego de fútbol. Pasó un chico jovencito, con el pelo rubio y liso atado en una coleta, el pecho musculoso, el abdomen con tableta de Milka. Guau. Venía corriendo por toda la orilla, con un bañador rojo y su piel, aunque se le veía que era nórdico, estaba morena. Que Clara hubiera decidido no dejar entrar a nadie en su Vida de momento, no significaba que estuviera ciega, y el chico rubio (aunque los rubios no eran su tipo), era digno de ver. El chico se paró al lado de su perro, empezó a acariciarlo, y Clara sonrió. Tenía los labios carnosos y sonrisa profidén. Madre mía, no se podía pedir más. Qué pena que fuera tan joven y tan nórdico. El chico empezó a hablarle a su perrito y luego se dirigió a ella, con una sonrisa le dijo: Me encantan los perros. En español, pero con un poco de acento...italiano. Clara hablaba italiano perfectamente, porque había vivido en Roma durante 2 años, por eso reconocía el acento con tanta rapidez. Sorprendida, se atrevió a contestarle en su idioma:

- Sei italiano? (Eres italiano?)

- Siii- respondió el chico- ma ci sono 3 anni che abito qui in Spagna. (Pero hace 3 años que vivo aquí en España). Me encantan los perros. Yo tengo 4 así de grandes.- Le contestó, haciendo el gesto con la mano hasta su pecho.

Madre mia, pensó Clara. Pues si echamos un polvo no va a poder ser en tu casa, bonito, porque 4 perros mirándonos... Ella sonrió ante su lascivo pensamiento (hay que ver la mente, se dijo) y el le preguntó:

- Y tú, como que hablas italiano?

- Ah, bueno, viví en Italia durante 2 años, en Roma, concretamente. Me gustó mucho tu pais, la verdad.
- Si, Roma es formidable...yo soy de Milán.
- Anda! Pues también estuve allí un tiempo...dicen que es una ciudad gris, pero a mí me resultó de lo más acogedora.

En todo este tiempo, el falso vikingo no había parado de correr en el mismo sitio, alternando un pie con otro y sin que su respiración se viera alterada. Que control, pensaba ella. Que bien le vendría a este hombre hacer conmigo la respiración tántrica...De nuevo volvió a sonreir para sus adentros, porque con ese Adonis delante, lo único en lo que le apetecía pensar era en el sexo.

- Bueno, voy a seguir corriendo...pero vengo todas las tardes, si quieres el próximo dia paro de correr y te invito a un cafe.
- Venga. Te llevaré a un sitio donde hay Lavazza. (Clara sabía cuánto valoraban los italianos su café y, para ella, los cafés italianos eran también de los mejores del mundo).

Lo vio alejarse y sus ojos recorrieron su espalda, lisa, musculosa pero no en extremo, morena...cubierta por ese bañador rojo que estorbaba porque tapaba un trasero que se adivinaba de lujo, unas piernas bien moldeadas, sin pelo en ninguna parte de su cuerpo...Qué pena que sea tan joven y que tenga tantos perros, pero bueno, para un ratito...Y Clara volvió a sonreirse de nuevo, aunque, de camino al coche, su sonrisa se tornó en  una risa divertida, por las sorpresas que te da la Vida sin esperarlo. Sólo con contemplar ese Adonis, la tarde ya había merecido la pena.

Llegó a casa por la noche. Vivía sola en un apartamento pequeño pero muy acogedor. Encendió un incienso en el salón, metió la cena en el horno (había cocinado lasagna que le encantaba) y decidió abrirse un vino Ribera que guardaba para ocasiones especiales mientras preparaba la mesita de la terraza. En esos momentos se sentía más feliz y libre que nunca. Esa noche la había reservado para ella misma, tendría su sesión de Amor en breve y se esperaba, a sí misma, con deseo y un poco de impaciencia. Había puesto flores en su habitación, velitas, incienso y un cuenco con uvas rojas. Le encantaba mimarse y estaba siguiendo las instrucciones de su curso de sexología aplicada.
Cenó con calma, brindando con la Luna, saboreando cada bocado que metía en su boca. Clara era muy sensual y sus movimientos, aún sin pretenderlo, también. Pero eso era algo que había ido desarrollando de manera natural, cuanto más se conocía a sí misma lejos de la influencia masculina.  Cuanto más sale el Alma, más bella se es (pensaba y se repetía ella), y el Alma sólo sale si somos libres y gozamos de esa libertad.
Terminó de cenar, dejó las cosas que había usado en el fregadero y se fue para la habitación. Puso musiquita, porque iba a practicar las respiraciones tántricas y no quería que sus vecinos la escucharan, los tabiques eran finos y no quería ver su sonrisita por la mañana...
Se desnudó lentamente frente al espejo. Su cuerpo era muy bonito y proporcionado y, aunque pasaba de los 40, se sentía aún muy deseada...al menos por ella misma y por las miradas masculinas y femeninas que percibía a diario a su alrededor. Hacía natación 3 veces por semana y eso se notaba. Pero aún así, Clara nunca había dejado que sus amantes acariciaran su cuerpo. Ni los pechos, ni el vientre, ni las piernas...siempre les hacía dirigirse a su sexo, y tampoco mucho con sus manos. Sólo permitía la penetración. Ni siquiera cuando tuvo una relación más profunda, la de su exmarido, pasaron de sexo genital. Y es que Clara se había dado cuenta, en ese espacio de vacio masculino, en ese tiempo sin pareja, de que su educacion sexual era muy pobre, y su conocimiento del cuerpo también. Sólo una vez había experimentado las caricias de un hombre, y eso se le había quedado tan en la memoria, que le hizo preguntarse muchas cosas sobre sí misma...y llegó ese curso. Hecho por dos chicas colombianas que transmitían toda su sabiduria con mucho amor a través de su proyecto: Sexurero. Todo eran caricias, incluso había un ejercício en el que no podían llegar a la zona genital. Y ese es el que Clara había elegido para esa noche.
Se desnudó frente al espejo y empezó a aplicarse aceite de coco por toda su piel: brazos y piernas primero, para detenerse luego en sus pechos y vientre. Se pasaba sus manos resbalosas una y otra vez por esas tetas tan poco acariciadas, tan poco disfrutadas. Con las yemas de los dedos tocaba sus pezones suavemente (nunca le gustaron los mordiscos, ni los pellizcos, y no entendia como en las pelis porno a las chicas parecían gustarle. Porque eso era una fantasia masculina, pensó). Volvió a tocárselos, haciendo circulitos y sintiendo cómo su excitación se incrementaba a cada momento. Si hubiese sido por ella, habría bajado ya hacia su clítoris para correrse en cero coma, pero decidió hacer caso a las chicas del curso. Decían que hay que hacer un camino diferente y, sobre todo, disfrutar el camino. Así que, siguió acariciándose. Ahora los brazos, desde los dedos hasta los hombros, cerrando los ojos, respirando profundamente y exhalando con un sonido muy sensual: Aaaahhhh, abriendo mucho la boca, mirando al techo. Bajó hasta su vientre, pasando de nuevo por sus pechos que le pedían de nuevo una sesión de caricias...su vientre estaba firme, tenía un piercing en el ombligo que brillaba a la luz de las velas y se sentía supersexy. Se acarició con su mano entera, con los dedos abiertos y las palmas pegadas completamente a su piel. Resbalaba su tacto, como últimamente le resbalaba todo en la Vida, pensó. Seguía de pie, la música seguía sonando y sus gemidos iban haciéndose más y más frecuentes...había descubierto la respiración tántrica y ese dejarse llevar sacando el sonido desde su vientre hasta su garganta la excitaba muchísimo y le proporcionaba unas sensaciones muy placenteras...la boca abierta, queriendo recibir todo, le parecía, en ese momento, lo más sexy del mundo.
Se dio la vuelta en el espejo y se untó también aceite en sus nalgas y en su cintura. Se abrazó a sí misma y siguió acariciándose los muslos...y empezó a bailar. Se miraba al espejo mientras abría las piernas y observaba también su vulva, sus labios en ese momento prohibidos porque si se los tocaba sabía que llegaría al orgasmo en cero coma...movía su cabeza, con su pelo seguía danzando, cerrando los ojos y sintiendo cada poro que seguía acariciando de su piel.
Terminó la canción y ella, jadeante, decidió hacer el segundo ejercício. Consistía en coger un objeto y tocarlo primero como lo que era, y luego tocarlo de nuevo para sentir placer con él. Eligió las uvas. Eran moradas, grandes y jugosas. Cogió un par de granos y los tocó, palpando su suavidad y su frescor. Y después, se los llevó a la lengua. Los recorrió lamiéndolos sin llegar a morderlos, para después, ponerse de nuevo delante del espejo y hacerlos rodar, uno en cada mano, desde su boca hasta sus pechos. Los frotó suavemente por los dos, y también por sus pezones, y los siguió haciendo rodar hasta su sexo.
 
Se sentó en la esterilla con almohadones que había preparado delante del espejo. Se tumbó, abriendo sus piernas para ver completamente su vulva, sus labios, su sexo que latía pidiéndole a gritos silenciosos un toque de dedos o de algo...y Clara escuchó su llamada. Cogió los granos de uva y, uno encima de otro, los hizo rodar por su clítoris. Se recostó, dejándose aún las piernas abiertas frente al espejo, pero ya no podía verlas...tenía los ojos cerrados, la cabeza apoyada casi en su coronilla, arqueando su espalda por el placer que estaba recibiendo, la boca abierta y los gemidos intensos, la respiración profunda y el éxtasis a punto de llegar. Apretó un poco más los granos de uvas en su clítoris hasta que reventaron soltando todo su jugo, bañando su vulva mientras Clara también se soltaba y llegaba a un orgasmo explosivo...
Puso su mano bañada en zumo sobre su sexo, recogiéndolo, y la otra se la llevó a sus pechos, parándose en el corazón. Había sido el acto de amor más puro que había podido hacer hacia sí misma, el más intenso y el más sincero.
Cuando se incorporó, sonrió a su imagen ante el espejo y se dio las gracias con un suspiro. No había hecho el ejercício tal cual, porque no pudo evitar llegar a su clítoris, pero lo había disfrutado tanto...
Empezó a recoger todas las cosas de su noche de Amor y le asaltó un pensamiento que, al final, se convirtió en risa:
 Después de esta noche, está claro que mi mejor opción soy yo...pero creo que pronto me gustará también compartir todo esto con un café, a ser posible...Lavazza.