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lunes, 17 de febrero de 2020

ABRIENDO TUS ALAS


La Vida cambia en un minuto, y a veces hasta en menos. Eso pensaba Raquel millones de veces al cabo del día, y eso repetía cuando hablaba con otra gente sobre la importancia del tiempo. Hacía 3 años que a ella la Vida le había dado un giro de 180º, y nunca mejor dicho. El día de su 20 cumpleaños, cuando volvía de celebrarlo, Juan, su novio y el que conducía el coche, no pudo esquivar otro vehículo que venía de frente, en la dirección y a la velocidad equivocada, y, lo último que recordaba, era verlo todo girando a una velocidad de vértigo, como en una feria, escuchar los gritos de Juan, de ella misma y de sus dos amigas en la parte trasera del coche.
Y nada más.
Últimos recuerdos de esa noche sin alba, porque ya nunca más volvió a amanecer. Ni para ella ni para los demás. Todos muertos, menos ella. Ellos tuvieron suerte, eso pensó durante más de un año. Porque vivir como ella había quedado, eso no era vivir. Esa noche fatídica, sus piernas habían quedado atrapadas en el coche, sin posibilidad de que pudiera salir con ellas y tuviera que dejarlas allí, de rodillas para abajo. Cuando fue capaz de bromear, decía que en verdad estaba harta de depilarse y que no había mal que por bien no viniera.
Pero lo cierto es que le costó casi 1 año y medio volver a caminar con la mente, y casi otro tanto volver a sentir su cuerpo. Ella había tenido siempre la líbido muy alta, desde que su sexualidad despertó con 9 años, pero, desde el accidente, no había podido ni masturbarse. Evitaba mirarse al espejo, evitaba tocarse de cintura para abajo y, no fue hasta que pudo caminar con las prótesis que le hicieron a medida, cuando volvió a pensar en el sexo.
Bueno, por las prótesis y porque conoció a Salva, el enfermero que, casualmente, vivía en el 3º y con el que a veces echaba una partida de ajedrez. Salva tenía unos ojos verdosos que le encantaban, y un sentido del humor muy peculiar. Podía ser sarcástico sin resultar ofensivo, y hacer bromas inteligentes sin resultar pedante. Era alto, y detrás de su ropa podía adivinar un cuerpo bonito, con una piel salpicada de pequitas y lunares que, sin saber por qué, la enternecían.
Raquel era morena, muy atractiva. Con los labios carnosos y unos ojos verdes azulados que miraban con profundidad a través de sus pestañas negras. Un pecho natural abundante, una cintura estrecha, unas caderas también abundantes pero sin pasarse, cuerpo de guitarra española, como le decía Juan. Lo que pasa es que la guitarra ya no sonaba desde hacía tiempo, pensaba ella a veces con nostalgia. 
Una de las veces que estaban jugando al ajedrez, Raquel le preguntó a Salva si tenía novia. Nunca habían hablado de algo íntimo, siempre hablaban de jugadas de ajedrez o de películas, ya que a los dos les gustaba el mismo tipo de cine. Se veían siempre en el piso de él, porque vivía solo. Al principio la silla de ruedas entraba al milímetro (las casas no están pensadas para gente con discapacidad), pero luego ya subía por el ascensor y andaba un par de metros con las prótesis. De hecho, esa fue la primera excursión que Raquel hizo sola. Ir a ver a Salva.
Así que, en medio de esa partida, Salva, mirándola a los ojos, le respondió:
- No, no tengo novia. 
- ¿Y novio? - dijo Raquel
- Tampoco. 
- Y eso ¿por qué? - continuó ella, con la seguridad de quien sabe que tiene inmunidad al preguntar. Salva siempre la había tratado con  mucha naturalidad, pero ella a veces se preguntaba si no sería su obra benéfica, la vecina a la que se le ayuda con compañía como si de un voluntariado se tratase. Pero luego descartaba ese pensamiento. Salva la trataba como una igual. Siempre.
- Pues porque ninguna sabe jugar al ajedrez. - Y, al decir esto, los dos se miraron y sostuvieron la mirada por unos segundos más de la cuenta, esos que te cambian la Vida.
A partir de ahí, su jugada empezó a ser diferente. Empezaron a hacer apuestas en cada partida. Hoy si yo gano tú compras el chocolate para la peli. La próxima el que pierda hace pizza. 
Hasta que Salva, un día, le dijo:
- Hoy el que pierda le da un masaje al otro. 
Y, al escuchar esa frase, la vulva de Raquel empezó a palpitar. Como si con esa frase volviera de un letargo invernal que había durado años. 
- Vale, dijo. 
Para esa partida, Raquel se había mirado largo rato al espejo. Se había duchado (lo hacía sola desde hacía mucho, ya que sus padres habían adaptado la casa para ella) y, cogiéndole la espuma de afeitar a su hermano, se había depilado, como pudo, su sexo. Se puso desnuda frente a ella y, por primera vez, se sintió tan bella como una Venus de Milo reencarnada. Sus pechos firmes, su cintura estrecha, sus hombros torneados, su sexo ávido
Jugaron. 
Y perdió Salva.
Ese día él llevaba unos vaqueros y una camisa verde militar que le quedaba muy bien.  Salva a veces daba masajes en su casa, así que tenía una camilla preparada en el salón. Ponía incienso a menudo y su casa olía a paz. Eso era lo que pensaba Raquel siempre que subía. Olía a paz, como él.
- Bueno, pues venga, súbete a la camilla que el que paga descansa. - le dijo Salva, mientras se volvía para buscar velas y dejar que ella se subiera por sí misma sin que se sintiera observada. Raquel llevaba las prótesis tapadas por unos pantalones, así que, se subió y se quedó sentada, un poco nerviosa mientras esperaba instrucciones de Salva. La verdad es que había estado todo el día con dolor de estómago. Los nervios se le habían puesto ahí desde el desayuno, y, hasta que llegó la tarde, apenas había podido comer nada. Como cuando era niña y la iban a llevar a la feria. Las montañas rusas le encantaban pero la excitación y la incertidumbre la tenían nerviosa toda la noche. Pues igual. Porque tenía miedo de que la montaña rusa se soltara y pegarse un batacazo del 15. Pero, aún así, decidió comprar el ticket y subirse.
Todo eso pensaba mientras esperaba a Salva. Había puesto música, Deva Premal y el Gayatri Mantra. Incienso y velitas.
- Madre mía, Salva, que profesionalidad - le dijo ella. - Con este trato vas a tener clientes en lista de espera.
- Bueno, la verdad es que los que vienen repiten...a ver si a ti te pasa lo mismo. - le dijo, guiñándole un ojo. - Venga, quítate la camiseta y túmbate de espaldas. El sujetador también.
Fue a la cocina a por agua mientras ella hacía lo que le había dicho y, cuando volvió, vio la espalda tan bella de Raquel. Acababa con un tatuaje, un tribal que se había hecho cuando cumplió 18 y que, para ella, simbolizaba la Libertad.  
Salva se untó las manos con aceite y se las frotó, para que no estuvieran frias. Empezó masajeando su cuello, lentamente, y luego fue bajando con las yemas de los dedos, con la presión justa y con una lentitud tántrica. Raquel había estado leyendo algo sobre tantra y sabía que se hacían las caricias muy despacio, para ir despertando los sentidos. Y Salva estaba dispuesto a actuar en ese momento de Príncipe de cuento para sacar a La Bella durmiente del hechizo. 
Hacía muchísimo tiempo que nadie había acariciado a Raquel. Y hacía aún más que ella no sentía lo que estaba sintiendo mientras las manos de Salva recorrían su cuerpo.Tenía el corazón a 100 por hora.
Salva empezó a masajear desde la columna vertebral hacia los omóplatos, haciendo círculos. No habían hablado en todo este rato pero entonces, el le susurró: ¿Sabes qué estoy haciendo?
- No. - dijo ella.
- Abriendo tus alas.
Y entonces Raquel rompió a llorar. Porque sentía que sus pedazos, esos retazos que formaban su Alma, se iban uniendo. Salva, con mucha delicadeza, le trajo un pañuelo de papel y se lo puso al lado de sus manos, que tenía entrelazadas bajo la barbilla. Raquel sentía un sufrimiento dulce, como si sus heridas fueran sanando con un bálsamo que al principio escocía y después ya no, porque iba ayudando a cicatrizarlas. Las lágrimas cesaron y Salva fue bajando, tocando el tatuaje y llegando a sus nalgas. Sus manos subieron hasta llegar a los brazos y le cogió las manos, entrelazando sus dedos. No decían ni una palabra mientras sus manos conversaban hasta que se soltaron y de nuevo bajó hasta la cintura. 
- ¿Quieres darte la vuelta? - le susurró Salva.
- Si. -contestó ella.
Se dio la vuelta y entonces él empezó a masajear despacio sus senos, sus pezones que se pusieron  erectos, su estómago, haciendo que la madeja de nervios que se había formado desde por la mañana se fuese deshiciendo. Salva la miraba y Raquel, que tenía los ojos cerrados en ese momento, los abrió. Él no había detenido las caricias pero tampoco se atrevia a bajar mas sin su consentimiento, así que ella utilizó el lenguaje del tacto para decírselo. Le cogió la mano derecha y la bajó hasta su sexo, abriendo un poco las piernas.  Los ojos de Salva brillaban de deseo. Raquel le gustaba desde hacía mucho tiempo, incluso antes del accidente, aunque ella no lo sabía. Él la había visto algunas veces en la discoteca con Juan o con sus amigas, y nunca se había atrevido a hablarle. Fue casualidad que, cuando se mudó a ese piso, descubriera quien era su vecina del 1º. 
Y allí estaba. Ante la chica preciosa de la discoteca y un sexo que le apetecía muchisimo acariciar...y probar. 
Se puso un poco más de aceite mientras se miraban a los ojos, en silencio. Sus manos ya estaban calientes de hacía tiempo, pero aun asi, se las frotó para que estuvieran aún más calientes. Estaba utilizando un aceite de cannabis que no colocaba, pero que olía a maria de la buena y tenía un tacto sedoso y muy especial. Empezó a untarle los labios vaginales, sin llegar al clítoris. Rodeó toda la vulva suavemente mientras la respiracion de Raquel se iba acelerando y sus labios, tanto los de arriba como los de abajo, se abrían con deseo.
Salva dejó de acariciarle la vulva y bajó por las piernas, hasta las rodillas, masajeando sus muslos y volviendo a las ingles. Con las yemas de los dedos índice y corazón le empezó a acariciar dulcemente el clítoris mientras los gemidos de Raquel iban "in crescendo". Salva no pudo aguantar más, se inclinó sobre ella y comenzó a lamer ese sexo que le llamaba a gritos desde hacía rato. Sabía a mar y a cannabis, como cuando te fumas un canuto en la orilla de la playa. Aumentó la velocidad y siguió con la succión...y ahí, Raquel, ya no aguantó más y le dijo:
- Salva, me voy a correr, no aguanto más... me voy a correr...
Y Salva, entonces, aumentó la velocidad de las caricias hasta que escuchó el alarido de Raquel y sintió sus espasmos, mientras sus caderas se arqueaban y sus piernas se encogían. El orgasmo de Raquel duró casi 5 minutos. Esos que te cambian la Vida. 
Salva se acercó a su cuello y se metió en él, oliéndola.
- Me encanta tu olor- le dijo. - Y me encanta tu piel.
- Pues yo...si tengo que elegir una parte de tí...me quedo con tu lengua. - dijo Raquel, y ambos estallaron en carcajadas.- Oye, por cierto...-siguió ella- ¿tú qué? Que te has quedado ahí a medias, ¿no?
- Sí, yo estoy en jaque, querida Reina, pero que sepas que la segunda partida no voy a parar hasta que esté en jaque mate.
Y diciendo esto, la besó en el cuello, la abrazó,  y la cubrió con una toalla para que no tuviera frío.

Ilustración de Marco Melgrati







lunes, 10 de febrero de 2020

ESTE AÑO SAN VALENTÍN...LO CELEBRAMOS CON DIWINE!!


Cuando vi en Facebook que en Venue se iba a organizar un Tantra&Wines para parejas, no me lo pensé y reservé para Iván y para mí. Hacía unas semanas que yo había acudido a un Tantra&Wines sólo de mujeres y flipamos todas tanto, que sólo hacíamos decirles a las creadoras del evento que organizaran una para parejas. Así que, al final, después de tanto insistir, las convencimos.
Iván sólo sabía que probaríamos vinos exclusivos (Diwine, Pecado capital, Beso de vino, El primer beso)  escogidos por Inma, la creadora de la empresa Vinosyeventos junto a un maridaje delicioso (selección de quesos, foie con frambuesa, tartar de salchichón de Málaga, caviar Calvisius, bandeja de embutidos y chocolate Chocome) y que una chica, Cris, iría mostrándonos productos eróticos de su empresa, DisfrutamosJuntxs. Llevábamos muchos años juntxs, teníamos mucha confianza entre los dos, pero yo quería sorprenderle, quería que fuera como cuando yo fui a aquel primero Tantra&Wines y aquellas dos chicas convirtieron una cata de vinos exquisita en una experiencia irrepetible. Entre todas las que estábamos allí se creó una conexión especial, y eso era lo que yo quería que Iván y yo viviéramos. Por el trabajo, el stress, las responsabilidades y demás, parecía que la chispa en la cama tardaba en encenderse, y esta iba a ser una oportunidad para que el deseo y la magia de los primeros tiempos volviera a nuestra pareja.

Y así fue. No puedo desvelaros todos los detalles de esa noche porque estropearía la sorpresa a las demás parejas (Inma y Cris me han asegurado que van a volver a repetir el evento, precisamente para San Valentín), pero lo que sí puedo aseguraros es que superaron todas nuestras expectativas. La comida fue deliciosa, los vinos escogidos de las mejores bodegas y la muestra de productos eróticos estaba diseñada para disfrutar en pareja y hacer que nuestras Almas conectaran en Venue, para que después, cuando estuvieramos solos, conectaran nuestros cuerpos y nos volviéramos locos de pasión...;)

Así que, en cuanto vi el anuncio en facebook, le mandé un whatsupp a Iván:

Cariño, este año San Valentín...¡¡lo celebramos con Diwine!!