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martes, 28 de mayo de 2019

RELATO EROTICO; SHIBARI, O EL ARTE DE ATARTE



Llevaba solo 2 meses conociendo a Mr. B, pero ya había conseguido hacerme sentir tan cómoda como para contarle una de mis fantasías más secretas...una que, hasta ahora, no me había atrevido a contarle a nadie, o a pedírselo a ninguno de mis novios, los cuales, habían sido, hasta ahora, hombres sensibles, de constitución delgada, artistas...poetas de la Vida que me hacían sentir y amar, pero que en el sexo, aunque me proporcionaban mucho placer, no me sentía con la confianza de pedirles eso, además que tampoco los veía yo dominándome a mí.
En fin. Lo cierto es que, una noche de charla, de esas en las que salen momentos de verdad, como un amigo mío los llama, surgió el tema de las fantasías. Y yo le dije la mía. Me gustaba mucho la naturaleza, y le conté que me imaginaba ir a un bosque con él, y allí...dábamos rienda suelta a nuestras pasiones. Y entre risas, le dije si me ataba a un árbol, mejor. La verdad es que no me esperaba su contestación, pensé que me iba a seguir la broma y todo acabaría ahí, pero me dijo...¿de frente o de espaldas? sin ningún atisbo de sorna en su voz, lo decía totalmente en serio. Es más, añadió: Conozco un sitio con un río que te encantaría.
Y ahí, planeamos la excursión. Sería el sábado siguiente.
Yo estuve nerviosa toda la semana, para qué lo vamos a negar. Me apetecía muchísimo llevar a cabo esa fantasía que tenía desde que, de adolescente, se despertó mi sexualidad, pero por otro lado, tenía miedo de que al materializarla y hacerla real, no me gustara. 
El sábado, Mr. B vino a recogerme. Físicamente, era muy diferente de las parejas que había tenido, de constitución deportista y alto, tenía además una melena rizada preciosa, como buen Leo que era.
Yo llevaba unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta, algo cómodo pero que me sentaba realmente bien...Y Mr. B llevaba pantalón vaquero y botas militares, otro de mis fetiches.
Durante el camino, él ponía su mano en mi muslo, con toda naturalidad...y subía hasta tocar el pantalón corto, como quien no quiere la cosa o como si no fuera con él. Yo le dejaba hacer, y en cada kilómetro mi excitación iba en aumento.
Metió un dedo, suavemente, por la parte del medio del pantalón, debajo de mis braguitas, y empezó a tocar mis labios y mi clítoris suavemente, hasta que consiguió humedecer toda esa parte, y justo cuando escuchó mi primer gemido, paró de hacerlo. 
- Cuando lleguemos... más. - me dijo, en tono misterioso.
Evidentemente, yo cada vez tenía más ganas de llegar a nuestro destino, pero no pude retenerme y empecé a acariciarle por encima del pantalón, tocándole la polla y viendo cómo su erección iba en aumento. Estaba a punto de empezar a desabrocharle el pantalón para hacerle una mamada, cuando, apartándome suavemente la mano, volvió a decirme, en el mismo tono:
- Cuando lleguemos...más. - dándome un beso en la palma de mi mano.
Con este grado de excitación y misterio me mantuvo 10 minutos más que a mí se me hiceron eternos, pero por fin llegamos. La espera había merecido la pena. Nos adentramos por un camino forestal donde los árboles prácticamente cubrían todo el sendero, y, un poco más abajo, se escuchaba el sonido de un río. Mr. B bajó del coche y me dijo: Hemos llegado, baja.
Salimos del coche, él abrió el maletero y cogió una mochila. Me dio la mano y, sonriéndome, me dijo...¿Confías en mí?
Lo conocía bastante como para decirle que sí, pero por un segundo, la mente me traicionó y pensé que ningún psicópata en realidad lo parece...sin embargo, desde que conocí a Mr.B, algo me llevaba a confiar en él, paso a paso, también es verdad...así que decidí correr el riesgo y le dije que sí.
Nos encaminamos al paraje de donde provenía el ruido del agua, y vi que había una cuerda para poder bajar. Esto promete, pensé. Él iba delante de mí, guiándome, y se agarró a la cuerda para mostrarme como bajar sin resbalar. Le seguí. Él miraba mi culo mientras bajaba, porque quedaba un poco más arriba de su cara, y yo notaba su deseo en mi retaguardia. La aventura me estaba encantando, y me preguntaba qué sucedería después.
Cuando los dos estábamos abajo, Mr. B empezó a besarme, comiéndome la boca como si fuera la primera vez que lo hacía. Me encantaba su lengua, y su olor. Estábamos solos en medio de una arboleda inmensa, acompañados sólo del ruido del agua. Yo estaba excitándome aún más que en el coche y él empezó a bajarme los shorts mientras me acariciaba la espalda, la cintura y las caderas, pero sin llegar a tocarme entre las piernas, a pesar de que estaba deseándolo. Me quitó la camiseta y me quedé en sujetador. Mr. B empezó a lamerme los pezones haciendo que se empalmaran también, y después pasó a mi cuello, uno de mis puntos débiles. Yo empecé a acariciarle la espalda y bajé para abrirle la correa y bajarle los pantalones, pero en ese momento, me dijo: Quieta. 
Yo paré. Cogiendo su mochila de una mano y a mí de la otra, me condujo hasta uno de los árboles. Era un tronco alto y robusto y me empujó suavemente haciéndome apoyarme de espaldas.
- Abre las piernas. - Su voz no admitía réplica. Lo hice.
Dejó su mochila en el suelo y sacó un rollo de cuerda de seda, especial para practicar el Shibari (yo no sabía que mi fantasía tenía un nombre japonés, pero me lo había contado él esa noche). 
Me hizo abrazar el árbol de espaldas y, con las piernas abiertas, empezó a atarme y pasar la cuerda por todo mi cuerpo. Los ojos azules de Mr. B se clavaban de vez en cuando en los míos, y podía ver que compartíamos el mismo nivel de excitación. 
Me ató las muñecas y los tobillos al árbol, dejándome completamente inmovilizada. Y entonces, empezó a acariciarme con la punta de su lengua el cuello, fue bajando por mis pechos acariciándolos y lamiendo de nuevo mis pezones. Yo estaba ya supermojada, y en lo único que pensaba era en que me follara de una vez por todas. Quería sentir dentro de mi su polla, que me rozaba por encima del pantalón frotándose con mi coño mientras Mr.B me besaba en el cuello y me comía la boca. 
En ese momento, sacó unas tijeras. Y con ellas cortó los tirantes del sujetador, que resbaló hasta el suelo, y mis braguitas. El roce del acero hizo que me pusiera aún más y, gimiendo, le pedí que, por favor, me metiera la polla de una vez.

Foto de Ramón Yoshimura
- Shhhhh, me dijo, susurrando.- Voy a hacerlo cuando quiera, primero quiero comerte un poco ahí abajo...así que voy a pasarte la lengua hasta que estés a punto de correrte y entonces, sólo entonces, quizá te folle.
Y eso hizo. Se agachó y lamió mi clítoris mientras con sus dedos llevaba mis fluidos a la parte de atrás, acariciándome con la yema del dedo de enmedio, haciendo círculos, hasta que consiguió introducir un poquito de dedo.
Yo me corrí, no pude esperar. Dejé escapar un alarido de placer porque ya no aguantaba más. Lejos de enfadarse, eso complació mucho a Mr. B quien, sin darme tregua, se bajó los pantalones, se puso un preservativo y me penetró mientras mi orgasmo aún tenía lugar y se empalmaba con otro mío y con el suyo.
Qué placer...susurró, apoyando su cara en mi cuello...y, después de besarme, empezó a desatarme suavemente, sin saber que, paradójicamente, al atarme con esas cuerdas,  me había liberado.



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jueves, 23 de mayo de 2019

RELATO EROTICO: BESO BLANCO






Cuando le pregunté a Nacho cuál era su fantasía erótica no cumplida...no imaginé que me contestaría que lo que él más deseaba era dar y recibir un beso blanco. Nunca, en mi vida, lo había escuchado, mucho menos experimentado...así que, cuando me describió lo que era, decidí darle una sorpresa para su cumpleaños, y llevarlo a la práctica.
Era principios de primavera, que, como bien dice el refrán...la sangre altera. Nacho y yo estábamos en pleno apogeo de nuestra relación, llevábamos 3 meses juntos y aún seguíamos explorando nuestros cuerpos y descubriendo nuestros deseos...lo que más nos gustaba era contarnos, en momentos íntimos, nuestras fantasías encubiertas, esas que estaban en nuestro lado más oscuro y que nunca nos habíamos atrevido decir a nadie. Algunas de ellas las realizamos, otras esperaban su turno y alguna que otra quedaría ahí, en el mundo de la imaginación, esperando ser materializadas algún día o revividas de nuevo con la palabra, pero nunca olvidadas...
Aquella tarde, había preparado una cena en mi apartamento para cuando viniera Nacho. A las 12:00 de la noche sería su cumpleaños y era entonces cuando quería que abriera su paquete. Llegó puntual, tal y como habíamos quedado, con una botella de nuestro vino predilecto, Pecado Capital...un vino verde portugués muy especial que sólo podíamos conseguir a través de VinosyEventos, nuestra tienda de vinos favorita. Habíamos decidido que iba a ser una cena de gala, en la que los dos nos vestiríamos de etiqueta, como si hubiésemos sido invitados a un restaurante Estrella Michelín en Nochevieja...Comenzaba un nuevo año para Nacho, una nueva etapa, y queríamos entrar en ella juntos y por todo lo alto. La verdad es que yo me había currado bastante la cena y la decoración...sushi, nuestra comida favorita, en el centro...y el plato rodeado de velas y pétalos de flores, conmemorando el inicio de la primavera...
Nacho estaba espectacular, como siempre. Venía con un traje oscuro y camisa blanca, sabía que me ponía un montón cuando se vestía así. Su estilo solía ser más bien casual, hacía bastante deporte y tenía un tipazo que resaltaba con pantalones de pinzas y chaqueta. Yo llevaba un vestido rojo, mi color favorito, ajustado y con la espalda abierta hasta casi casi llegar donde la espalda perdía su lindo nombre, dejando ver el inicio de una promesa.
Nos miramos mientras sonreíamos, nos besamos en los labios entrelazando nuestras lenguas y tuve que separarme para que aquello no continuara...porque quería dosificar la noche. Me volví y caminé delante de él hacia el salón, donde estaba preparada la mesa, y, cuando me paré para encender las velas, noté los dedos de Nacho recorriendo mi espalda desde el cuello hasta abajo, encendíendome a mí.
Me volví y le pedía que parara, que si conseguía esperar a media noche, vendría el hada madrina y se portaría mejor que con Cenicienta. Él rió y me dijo que bueno, pero que a las 12 y ni un minuto más o él se convertiría en el Lobo de Caperucita, sin compasión y sin ir a por la abuelita.
Cenamos, íbamos saciando nuestro estómago y estando cada vez más ávidos de nosotros. El vino ya estaba haciendo de las suyas, con su sabor afrutado y exótico iba soltando nuestras lenguas, dejando que se encontraran entre un bocado y otro de sushi.
23:55 de la noche. Me levanté y fui al baño. Allí había dejado el paquetito para Nacho. Era una pequeña cajita, cuadrada, con un lazo rojo que la envolvía. Lo cogí y volví a la mesa. 23:59, se la entregué, sonriendo con picardía.
00:00. La abrió. En su interior había un juguetito color rosa. Nacho lo cogió, era una pequeña lengua con un pequeño botón que él pulsó. Zzzzzzzzz, empezó a vibrar. Nacho se rió. ¿Y esto? preguntó. Es una lengua vibradora, contesté. Vamos a hacer realidad tu fantasía blanca.
Cogí el juguetito y le pedí que sacase la lengua. Abrí la anilla y se la coloqué. Después, sentada en la silla, me subí el vestido, dejando ver un tanga abierto que había comprado en la última Reunión Tuppersex en la que estuve. Podía ver el brillo de deseo de Nacho en sus ojos. Abrí mis piernas. El pulsó el botón de la lengua vibradora y se acercó a mi sexo.  ZZZZzzzzzzz....empezó a acariciarme desde los muslos hasta que llegó a mi clítoris y en menos de 2 minutos tuve que decirle que parara, porque si no iba a correrme y no podríamos realizar su fantasía.
Le quité la lengua y nos besamos profundamente. Le acaricié por encima del pantalón, totalmente abultado por la erección que tenía. Se los bajé, me agaché para acariciarle su sexo con la lengua y él, que era todo un caballero (bueno, en la cama no siempre, menos mal), me puso un cojín en el suelo para mis rodillas. Esta vez, el juguetito me lo puse yo. Cogí su polla con las manos y me la metí en la boca. Miré a Nacho a los ojos. Noté su excitación y su placer, y eso me excitaba muchísimo. Le acaricié durante un poco y después decidí que quería sentir su contacto, así que me la quité y se la dejé en la mano. Él volvío a colocársela y yo a comérsela. De arriba abajo y de izquierda a derecha...sabía que dentro de poco llegaría al orgasmo, y él también. Así que, se separó y me tendió en el suelo, empezando a pasarme sus dos lenguas desde los tobillos hasta los muslos, parándose en las rodillas...y vuelta a bajar. Recorrió mis piernas dos o tres veces, sin llegar a mi sexo, totalmente húmedo y deseando recibirlo, mis gemidos se lo confirmaban y yo empecé a pedirle que por favor, por favor, me tocara ya de una vez el coño y me poseyera por completo. Así que, atendiendo a mis ruegos, se quitó la lengua, abrió mis piernas y con su lengua acarició mis labios, sabiendo perfectamente donde detenerse y a qué ritmo seguir. Yo estaba a punto de llegar al orgasmo, y él estaba más que excitado, con la polla a punto de reventar. Así que se levantó y me besó en la boca, mezclando saliva y fluidos mientras se introducía en mí y nuestros gemidos también se diluían los unos en la boca del otro...Bastó un par de movimientos para saber que iba a correrme, y él también, así que le dije que se corriera fuera, en mis segundos labios, los de abajo...porque el Beso blanco también lo quería probar yo...Lo hizo con nuestro último gemido convertido en grito, un desgarrador placer que nos inundó a ambos...y...entonces, él bajó a besarme de nuevo, con los líquidos de nuestras corridas mezclados y subío de nuevo, añadiendo nuestras salivas a ese cocktail lascivo.
Nacho volvió a empalmarse...haber cumplido su fantasía era el mejor regalo de cumpleaños que podía haberle hecho...y...lo mejor de todo, es que la invitada había disfrutado tanto o más que el cumpleañero...




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